Literatura
La Huída
Ordené traer a mi caballo del establo. El criado no me entendió. Fui yo mismo al establo, ensillé el caballo y me monté en él. Oí una trompeta a lo lejos. Pregunté al criado su significado. No sabía nada ni había oído nada. Me detuvo en el portón y me preguntó: “¿Adónde cabalgas, señor?” “No lo sé”, dije, “fuera de aquí. Siempre fuera de aquí, sólo así podré llegar a mi meta.” “¿Así que conoces tu meta?”, preguntó. “Sí”, respondí, “acabo de decirlo. Fuera de aquí, tal es mi meta.”
Fran Kafka, La partida
Baja de dos en dos los peldaños del tren y vuelta a la ciudad de provincias. Allí, en la estación, los mismos ancianos, los mismos cristales, el mismo reloj, las mismas miradas que la recuerdan años viejos, polares, pálidos.
Toma aliento. El aire continua cargado de rumores, de quehaceres rutinarios, de hastío provinciano. Se huele la vida. La vida difusa, la vida que pasa sin tener muy claro hacia donde va ni a quién pertenece.
Recorre las calles asfaltadas de piedra y polvo al tiempo que rompe el murmullo silencioso con el ruido de su maleta. Maleta que dice: soy extranjero. Maleta que clama: no pertenezco. Que insinua: mi patria ya no es casa.
Nada ha cambiado y aún así resulta difícil volver a acostumbrarse. Hace unas semanas la gran ciudad la engullía las entrañas. La empapaba el hedor de los tubos de escape mezclado con el particular aroma del transporte público. Aquí un empujón, allí un tropiezo con ese hombre de negocios demasiado ocupado como para levantar la vista de su smartphone mientras atraviesa la Gran Vía. Las risas a las cinco de la mañana, los consejos de gente que no volverás a ver, la vida que se nos va entre viajes en metro y mensajes de Whatsapp.
De repente levanta la mirada. Una sombra reflejada en el viejo escaparate de la tienda de modas. Atrás quedó esa joven entusiasta del arte que se marchó hace cinco años huyendo del polvo y el estatismo provinciano. Piensa en ella, en lo que ha recorrido, en el viaje de ida y vuelta. Piensa en Ulises y en Penélope. En Marco Polo. Piensa en lo mucho que ha aprendido en este tiempo. Piensa que quien no arriesga no gana. Miles de escenarios en trenes a todas partes para volver siempre a la tierra que la vio nacer. Se siente bien.
Un joven desconocido se la acerca y la pregunta si está perdida. No sabe qué responder. No sabe si lejos ahora es cerca. La vida. La huída. Comienza a llover…
Texto: Santiago San Antonio Márquez; Fotografía: Pablo Salto-Weis (TECO); PerfectPixel Publicidad I All Rights Reserved