Anuario
Year of six
Year of Six (THE BOOK) supone la culminación de todo un año de campañas publicitarias y marketing del centro deportivo más grande de Europa. Year of Six refleja el trabajo de todos los grandes profesionales que día tras día dan lo mejor de sí mismos para que Fitness Sports Valle de las Cañas funcione (www.fitnessports.eu). Gracias a todos.
El prólogo del libro quedó una vez más en manos del escritor Santiago San Antonio Márquez. Este año la fotografía de Stoyan Nenov para la Agencia Reuters (ganador del premio Pulitzer) fue la referencia para reflejar este año 2016. En ella se ve un grupo de niños refugiados en la frontera con Grecia en la que un improvisado proyector sirve para mostrar una película de díbujos animados. Ganas de continuar y mirar hacia adelante.
Crónica de una esperanza.
De entre las mejores fotos publicadas en 2016 por la agencia Reuters hay una que destaca sobre todas las demás. Por su crudeza, por su inocencia, pero también por la circunstancia que hay tras ella. La imagen fue tomada en uno de los muchos campamentos de refugiados que se encuentra en la frontera entre Grecia y Macedonia. En ella, un grupo de niños ve una película de dibujos animados a través de un proyector improvisado. Las miradas lo dicen todo. El silencio solo se rompe por los diálogos de los personajes, voces nuevas que ensordecen las calles de este pedernal sin agua potable, luz o calefacción.
Todos ellos, con sus escasos enseres, con sus ropas raídas y sus zapatos prestados, serán recordados como la «generación perdida». Su patria, Alepo, es ahora una sombra de lo que fue hace tan solo cinco años: la mayor ciudad y corazón económico del país. La guerra ha causado el mayor éxodo que se recuerda en el pasado siglo. Millones de personas y familias sin hogar lo dejaron todo para emprender un viaje sin retorno a ninguna parte. Atrás quedan los recuerdos de una ciudad fantasma en la que el estallido de las bombas es lo único que todavía corta el silencio. Silencio de difuntos, de vidas rotas, de miradas sin alma que han quedado para siempre condenadas entre estas ruinas.
En el cerco de Alepo sobreviven los nadies , aquellos a los que de tanto alimentarse del miedo y del hambre ya no les queda ni lágrimas que verter, ni más fe que en Alá. En esta mitad de la urbe tan solo quedan los pobres, los obreros, los analfabetos, los niños, las viudas y los locos. Ya hace tiempo que desertaron los letrados, los médicos y los ingenieros.
Shailan se sacude aún el miedo del cuerpo, tras salir milagrosamente ileso de un bombardeo que derribó su casa este viernes. «Ya nadie vive en los pisos altos, todos se han mudado bien al primer piso o a los sótanos», relata describiendo una ciudad en la que la vida se ha trasladado bajo tierra.
Qantar jugaba al futbol con sus amigos cuando el cielo tronó. «Tardaron cinco minutos en sacarme de debajo de las piedras. Me dolían mucho la mano y el pie». Nunca más volvió a ver a sus padres. Ambos murieron ese día. Sus hermanas mayores no pueden hacerse cargo de él y su hermano de 18 combate en el bando insurrecto. Su mejor amigo es Samer, de 12 años y cuyo padre desapareció en las cárceles del régimen hace ya cuatro años. Su madre, como tantas otras, enloqueció durante la guerra. Hoy vive recluida sin tratamiento ni especialistas con otros enfermos mentales, en un barrio desierto de Alepo, donde por no pasar no pasan ni las bombas.
Mohamed echa de menos a sus padres y está decidido a convertirse en fotógrafo «para testimoniar las bombas de El Asad y la gente que sacan de los escombros». Al contarle que tal vez la guerra haya terminado cuando él finalice sus estudios, Mohamed enmudece como si nunca hubiera contemplado la posibilidad de que esa guerra que le persigue desde que tiene nueve años pueda terminar un día.
En sus miradas están todos los detalles, la desesperación, el barro, el hambre y el terror. Siempre el terror. Miran hacia arriba, pues el tiempo en estos días es tema recurrente. Y es que cuando el cielo se nubla comienza la tregua, las pocas horas en las que los aviones de combate no podrán atravesar la ciudad para lanzar las temidas bombas de barril.
La vida no es más que una lenta rememoración de la infancia. De acuerdo. Pero lo que convierte en dulce ese recuerdo es que desde la lejanía de la nostalgia nos parecen bellos hasta los momentos que entonces nos resultaban dolorosos. Hoy miro a estos niños y pienso en cuántos de ellos podrían haberse convertido en ingenieros, matemáticos, filósofos, escritores o artistas. Cuántos de ellos conocerán lo que se siente después del primer beso, el amor y el desamor.
Me pregunto cómo reaccionarán el día que oigan las Cuatro estaciones de Vivaldi, o si alguno de ellos aprenderá quién es Shakespeare, Tolstoi o Dickens.
Todos, sin excepción, vivirán con la rémora de la guerra, el lastre de los gritos, los rostros ensangrentados y el sonido de las ambulancias. Vidas lejanas, que nos parecen de película, convertidas en asépticas desde la nitidez de una pantalla pero, en fin, reales.
Mientras tanto, en el campo de refugiados de Mosul podría ser un día cualquiera, pero no lo es. Los bucles y la laca delatan a la novia. Sí… en Mosul hay boda, la primera en tres años. Ya ha empezado la fiesta en este mar de tiendas donde viven miles de personas huyendo de los combates a pocos kilómetros. Semblantes serios los de Amena y Jassim. Ella no ha renunciado al traje blanco de novia prohibido por el Mosul. Debería esconder su rostro pero no lo hace y además se ha maquillado. La música prohibida suena y la alegría en forma de baile se desata. Matrimonio en zona de guerra porque ellos han decidido sortear las prohibiciones del califato yihadista. Su sueño no sería casarse en un campamento de refugiados pero al menos por un día, su vida ha sido casi normal.
Supongo que, como en el mito de Pandora, abierta la caja y liberados los horrores, en el fondo quedó la esperanza.